Para comprar gastando más de lo innecesario

es indispensable aprovechar las ofertas,

descuentos convencionales en áreas participantes.

Una tienda departamental no es más que una diminuta consciencia,

un grillo molesto y escurridizo que devora un caracol en celo.

-No es más que una pelea de insectos-

Un nido de termitas famélicas

corriendo entre los muros de la pútrida madera.

Una fila de hormigas en espera

por bailar de la mano con la reina.

 

Aun así, circo de lóbregos colores

bajo el manto de un otoño grisáceo.

Con los puños helados, el mentón apretado

y una balada obscena de jazz en trompeta,

te he encontrado tendida, atravesada

en una silla del área en liquidación.

 

“Se solicita muerte prematura módulo uno”.

 

Enganchada de los hombros, las costillas a medio sonreír,

un tanto combadas por la calidad de tus senos,

sostenías una etiqueta blanca manchada de números rojos,

abstractos símbolos que valúan tu nombre

en hierbas foráneas a tu jardín.

 

Calza tu traje lo mismo que una pradera vestida de blanco.

Económico -lo llamarían los eufemistas- comparado a tu antónimo,

las rosas suben de precio según el largo de su tallo,

cada espina requiere de una devaluación inmediata.

Sólo es valioso el tiempo recostado en su arena,

cualquier fuga o desgarre en medio del vidrio

es caída inmediata y libre

por los precipicios entre la silla y el suelo.

 

“Les recordamos, clientes, que la soga se vende por separado”.

Héctor M. Cárdenas.